El avance de la tecnología o la crisis han hecho que muchos oficios hayan desaparecido o estén vía de extinción en Venezuela, como en el resto del mundo.

 

Zapatero… a sus zapatos

 

“Es un arte, es artesanía, no todo el mundo es zapatero”: Carlos Olivera (izquierda en la imagen), de 78 años, trabaja como zapatero en las calles de Caracas. Aprendió el oficio a sus 14 años.

“No todo el mundo tiene la esencia de ser zapatero (…) no saben pegar una suela, no saben pegar una tapita (al tacón), no saben pintar un zapato”.

Aunque no cree que el oficio desaparezca, dice que “ha cambiado mucho porque antes era la tachuela y la suela. Ahora todo es goma, todo es costura”.

 

El lustrabotas

 

Lo acompañaban más de 30, pero hoy Oswaldo Morgado (En el medio en la imagen), de 64 años, quedó solo en un icónico edificio del centro de Caracas: es el único lustrabotas, un oficio que ejerce desde hace 45 años.

Pasó de tiempos en los que casi sin descanso sacaba lustre a los zapatos de transeúntes, incluso de diputados hasta ministros, a largas horas de espera por algún cliente.

“En aquellos tiempos las cosas eran mejores, bueno digo yo, pero nos hemos ido acabando poco a poco”.

En medio del ruido de Caracas, observa cómo ya se ha perdido la tradición.

“La mayoría se fueron y otros fallecieron aquí. El único que quedó fui yo, que tengo ya 45 años aquí (…) De aquí he sacado a mi familia adelante y muchos profesionales y todo”.

 

El amolador

 

Un afilador ambulante que recorre las calles con una especie de flauta, cuya breve melodía es tan característica en el país que nadie la confundiría con otro comerciante.

Con una caja de madera a cuestas con una rueda de amolar, José Martín (a la derecha en la imagen), de 27 años, carga con la tradición que su abuelo le enseñó a su padre y a sus tíos, y que luego él aprendió.

Desde los 15 años se ha dedicado a preservar este oficio, que para él es una “herencia familiar”, que no cualquiera puede hacer. “Son piezas delicadas y eso es un truco que nosotros sabemos (…) tú puedes comprar la maquinita y broma… pero eso tiene un truco”, apunta.

 

Vía: Voz de América (Lea allí el artículo completo)