Cuando Linda Loaiza fue secuestrada el 27 de marzo del año 2001, la entonces joven de 18 años llegó a Caracas procedente de Tucaní, el pueblo agricultor donde fue criada en su natal Mérida.

Ya en la capital venezolana, solo aspiraba a convertirse en veterinaria, pero sufrió la desgracia de ser raptada. Mientras estuvo cautiva por cuatro meses, fue violada sin cesar.

Su rostro de niña adolescente quedó desfigurado por el hijo de un personaje de la intelectualidad venezolana.

El agresor cercenó los labios de la víctima, a quien, además le quemó sus senos con cigarrillos, destrozó la zona genital y desprendió parte de la dentadura. Sobreponiéndose a la tragedia, la joven se vio obligada a lidiar con lo ocurrido.

Tristemente, dos décadas después, el país femenino sigue mirándose en ese espejo roto que una vez fue Linda Loaiza López: las venezolanas continúan sufriendo el delito de violencia de género.

Según números de Utopix —monitor de femicidios— durante los dos primeros meses del año 2021, en Venezuela se produjeron 43 femicidios. Esto equivale a 1 delito cada 33 horas. En 2016 la relación fue de 1 cada 72 horas.

En 2018 obtuvo a su favor una sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos que demandó al Estado venezolano, no sólo la aceptación de su responsabilidad en el hecho, sino la indemnización respectiva de los agraviados.

“NO TODOS LOS HOMBRES SON MALOS”

“Durante esos cuatro meses de privación estuve al borde de la muerte, pero siempre fui creyente y le pedí a Dios que me permitiera salir de ahí”, repasa su experiencia: “Tuve esa pequeña luz para pedir auxilio y ser escuchada. Mi liberación fue un milagro de Dios”.

Vías: Estampas (Lea allí el artículo completo).

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