Macario Colombo es quizá una de las figuras más enigmáticas del quehacer artístico larense. Un hombre de vasta sabiduría, un anacronismo en pleno siglo XXI y el arquetipo perfecto del desprendimiento, el amor al arte y la trascendencia del espíritu.

Escucharlo hablar, conversar con él, es encontrarse con un mundo que raya en lo profano y lo sagrado, en lo empírico y lo científico y te obliga a perderse en su sapiencia.

Fiel a su filosofía de vida el contestatario pintor Macario Colombo yace aislado del cotidiano entorno en su singular ámbito de pinceles, telas, pinturas, colores, esculturas e instrumentos musicales de madera. Éste prefiere que lo llamen pintor en lugar de artista para inventarse ese tipo de refugio estilo de Cesar Rengifo y Pascual Navarro.

Ello necesariamente no lo hace un hombre insociable como podría desprenderse del estereotipo creado en torno a su enigmática persona. Por el contrario, es un ser humano abierto, informado y comunicativo que se pasea con su arte por diversas latitudes, entre éstas el exigente mercado artístico de EEUU.

Colombo se distingue por su pensamiento profundamente antidogmático, en todos los sentidos y fundamentalmente en el arte. Es alguien abierto a los cambios proclamándose libre.

El enigmático, consecuente y consciente disidente caracterizado por una ética que lo hace diferente del resto de los mortales y en lucha contra la corriente. Es el excéntrico Macario Colombo quien vive al margen de este cosificante y agitado mundo amparado en una subcultura por su comportamiento.

Vía: @elimpulso

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