Bendecir es «bien decir», «desear bien», «manifestar bien», lo que nos lleva a creer que la bendición siempre es favorable, todo lo contrario de una maldición.
En gran parte del país la solicitud se acorta a «bendición» «dición» e incluso «ción» y en la zona oriental «bese la mano», a la cual se responde en la gran parte de Venezuela “Dios te bendiga”, mientras que en algunos lugares de oriente y los llanos se responde «santico bonito».
Otra modalidad es que a las palabras las acompaña juntar las manos o colocar el brazo derecho encima del pecho.
Pedir la bendición es una costumbre al menos tan antigua como el Viejo Testamento o la Torá, conformados por los libros de la Biblia anteriores al evangelio de cristo o Nuevo Testamento.
Por ejemplo, en un episodio, Isaac, anciano y ciego, quiere dar la bendición a su primogénito, y Jacob lo engaña haciéndose pasar por su hermano.
Así como los patriarcas en el lecho de muerte bendecían a sus hijos y a su familia, los profetas y los hombres inspirados bendecían a los servidores de Dios y a su pueblo.
En el Nuevo Testamento es el propio Jesucristo quien bendice a sus discípulos antes de partir al Reino de los Cielos, convirtiéndolos en mensajeros de su bendición.
Otro antecedente proviene de la Edad Media cuando se rogaba por la bendición de una persona que estornudaba, pues se creía que el demonio intentaría meterse al cuerpo aprovechando el estornudo.
Desde tiempos inmemoriales la bendición es impartida por las figuras religiosas, desde el sacerdote hasta el papa, pasando por los obispos y presbíteros, hasta llegar tal potestad a las autoridades familiares.
De allí que fuera introducida en Venezuela durante la época de la colonia y como parte de la conquista por la cruz que ejecutaron los representantes eclesiásticos venidos a estas tierras.
Y podemos asociarla a otra costumbre del período del dominio español en América que era besar la mano, originalmente una expresión reverencial de los súbditos de algún monarca.
Vía: Curadas