Cada 28 de agosto, la Iglesia Católica celebra a San Agustín de Hipona, el célebre obispo de la antigüedad que encaminó a la filosofía y la teología por la ruta de la cooperación, de tal manera que quedaron sentadas las bases de la doctrina cristiana, como depositaria de la verdad -aquella que inquieta el corazón del ser humano y que se plenifica en el encuentro con lo divino-.

Poseedor de una fineza espiritual y una profundidad intelectual extraordinarias, Agustín de Hipona no solo ha dejado una huella indeleble en la tradición eclesiástica latina, sino que su pensamiento ha producido un impacto decisivo para la ciencia occidental.

En San Agustín toda alma que busca la verdad encuentra un amigo seguro y fiable. Por eso es el patrono de “los que buscan a Dios”.

A San Agustín se le cuenta entre los Padres de la Iglesia, y forma parte también de la lista de los Doctores de la Iglesia. Fue un brillante orador, filósofo y teólogo, autor de célebres textos entre los que se encuentran las “Confesiones” y “La ciudad de Dios”. Sirvió a la Iglesia como sacerdote y obispo.

San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre del año 354 en la ciudad de Tagaste, ubicada al norte de África, en lo que hoy sería Argelia.

En agosto de 430 se enfermó y el día 28 de aquel mes falleció. Su cuerpo fue enterrado inicialmente en Hipona, pero luego fue trasladado a Pavia (Italia).

 

Vía: ACI Prensa (Lea allí el artículo completo)