Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

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El Mariscal de campo don Pablo Morillo tenía una hoja de vida sobreabundante de episodios militares, todos envidiables. Se había iniciado en el Real Cuerpo de Marina a los 13 años y tenía 37 cuando la corona le otorgan la responsabilidad de pacificar las provincias de ultramar con el rango de capitán general de las provincias de Venezuela.

Escribe el historiador Rafael Arráiz Lucca, que entre los desafíos de Morillo destacan Trafalgar, Bailén y la campaña a la diestra de Lord Wellington en Francia.

Sus órdenes con fecha 15 de noviembre de 1814, son precisas: «La tranquilidad de Caracas, la ocupación de Cartagena de Indias, y el auxilio al jefe que mande en el Nuevo Reyno de Granada, son las atenciones principales o las primeras de que se ocupará la expedición.»

Arráiz Lucca subraya que nunca la corona española había enviado un contingente de semejante dimensión, pues los anteriores envíos de tropas habían sido menores y todos provenientes de islas del Caribe, lo que evidencia que la mayoría de los soldados del ejército realista eran americanos, bien sea indígenas, afrodescendientes o criollos.

El 17 de febrero de febrero de 1815, la colosal expedición parte de Cádiz con Morillo capitaneando desde el San Pedro Alcántara, un navío de 64 cañones. Asimismo, tiene a su mando: 2 fragatas, 1 corbeta, 1 goleta, 1 barca, 12 obuseras y 52 buques de transporte con 12.254 hombres, entre ellos, 1.547 oficiales y el resto, individuos de tropas, quienes al enterarse en altamar que no iban a Río de la Plata, como estaba previsto, sino a Costa Firme, se amotinaron, llevando al Capitán General a imponer su carácter para apaciguar los ánimos.

El historiador asegura, según cartas de los jefes realistas, que la expedición de Morillo debió llegar el 3 de abril al Morro de Puerto Santo en Carúpano. Luego se embarcan hacia Pampatar a donde llegan el 7, para entrar en La Asunción el 11, capturando al general patriota Juan Bautista Arismendi, que para salvar su vida jura obedecerle, por lo que el capitán general no lo ejecuta.

Al partir nuevamente para Cumaná, deja un contingente en Margarita y otro en Carúpano, y toma rumbo a La Guaira, en donde atraca el 8 de mayo para inmediatamente tomar Caracas, instalando su mando militar y administrativo para luego seguir a Puerto Cabello, zarpando desde allí el 8 de mayo con destino a Santa Marta, tomando la ciudad el 23 para sitiar Cartagena a partir del 22 de agosto hasta el 6 de diciembre.

Resisten los patriotas

Durante el implacable sitio de Cartagena de Indias (Colombia), desde el 22 de agosto hasta el 6 de diciembre, bloqueada por mar y tierra por el Ejército Expedicionario de Costa Firme, al mando de Pablo Morillo, ahora con nuevo rango como teniente general otorgado el 1 de abril de 1815; fallecieron cerca de 6.000 hombres, “y los que sobrevivieron lo hicieron en la inopia, azotados por las pestes. De los 2.000 que lograron evacuar la ciudad por vía marítima la ciudad fortificada, sobrevivieron 600, …”.

Entre los que resistieron al asedio estaban Castillo, José Francisco Bermúdez, Mariano Montilla, Lino de Pombo, los hermanos Gutiérrez de Piñeres, José Prudencio Padilla, Palacios, Pedro León Torres, Diego Ibarra, Carlos Soublette y Antonio José de Sucre, que abandonaron la ciudad en franca derrota.

Expedición del general realista Pablo Morillo

Escarmiento, fuego y horca

Reconquistada la ciudad de Bogotá y restablecido en virreinato, Morillo inicia una serie de juicios sumarios en donde corre la sangre más que en las propias batallas, pues, las órdenes eran ejecutar a todos los patriotas de renombre.

“Si el resultado de las guerras de independencia hubiese sido otro, Pablo Morillo sería hoy recordado como el hombre que restableció el orden en la Nueva Granada y recuperó el virreinato para la Corona española tras borrar del mapa a los guerrilleros independentistas”.

Aquella reconquista conocida como el «régimen del terror» enarboló como bandera sembrar miedo y subyugar a punta de escarmiento, fuego y horca a los patriotas de la Nueva Granada.

En aquella despiadada campaña ‘pacificadora’, mandó a fusilar al sabio Francisco José de Caldas en la plazuela de San Francisco. Meses antes, en junio, por su mandato habían corrido la misma suerte, Antonio Villavicencio y José María Carbonell; en julio, Jorge Tadeo Lozano y, en octubre, Camilo Torres. Por donde pasó Morillo hizo sentir su puño de hierro.

“Algunos historiadores hablan de 96 condenas a muerte, otros de 125 ilustres ejecutados”.

Valga aclarar, que el Ejército Patriota también desplegó una campaña de crueldad desde que Bolívar proclamó la ‘Guerra a Muerte’ en 1812, dejando sangre y asesinatos en algunas regiones, amén de lo ocurrido en Pasto en 1822, cuando siguiendo la impronta sangrienta de Morillo, quien permitió a sus tropas hicieran lo que quisieran contra la población en su cruenta toma de la Nueva Granada.

Asegurada la Nueva Granada como posesión realista, Morillo sale victorioso de Bogotá el 15 de noviembre y entra a Caracas el 24 de enero de 1817, para aplacar las acciones de los patriotas en Venezuela, en donde se instalará ininterrumpidamente por casi cuatro años.

Precisa Arráiz Lucca que, de aquellos 12.254 españoles que lo acompañaron en su campaña ‘pacificadora’, solo sobrevivieron cerca de 2.000 almas, según lo anota el propio Morillo en carta al secretario de ultramar el 24 de abril de 1821, efectivos que no solo murieron en batallas, sino también producto de «las calenturas y las llagas».

Pablo Morillo, el Pacificador frente al Quince de Húsares

Estuvo en Barquisimeto

El general Pablo Morillo, estuvo en Barquisimeto desde el 16 al 28 de julio de 1818 desde donde envió ocho comunicaciones al Ministro de Guerra: una del 16 de julio dándole parte de una acción de Francisco Tomás Morales contra Manuel Cedeño; en esa misma fecha otra; una más ese día informándole de una acción del coronel Calzada contra el insurgente Gómez, cerca de Barinas; una del 20 de julio sobre destrucción de partidas cerca de San Fernando de Apure; del 22 de julio sobre combate en San Jaime; del mismo día un informe sobre el desenvolvimiento de la guerra en el país; otra sobre disciplina del ejército; y del 28 de julio sobre un fracaso militar de las fuerzas realistas en Ataipo, Perú, todo lo cual es demostrativo del intenso trabajo epistolar llevado a cabo por Morillo en Barquisimeto y la atención que le prestaba a los movimientos bélicos y la situación de sus tropas.

Cabudare es un sitio, no un pueblo

El cronista Eliseo Soteldo, indica que Morillo dirige carta fechada el 22 de julio de 1818 al Comandante Político Militar de Barquisimeto, Francisco Oberto, donde acusa recibo de un oficio enviado el día anterior, junto con un expediente “sobre traslación del comercio de Cabudare” a Barquisimeto con las justificaciones del caso que, -escribe Morillo-, coincidían con “las muy sólidas y juiciosas reflexiones”, de los venerables párrocos, así como del Ayuntamiento, Síndico, Administrador de la Real Hacienda y Reales Rentas del Tabaco por los daños producidos por tener cerca “un puesto, que iba abatiendo las riquezas y aún los moradores atraídos por la avaricia, que perjudica considerablemente a los intereses del Rey, por los muchos fraudes que allí se hacían” y el fomento de la desunión de las familias y vecinos y, además, porque esta situación contravenía expresas disposiciones legales; por eso y otras razones, Morillo acuerda, en nombre del Rey “se restituyan a esta ciudad los vecinos que eran de ella, y lo mismo todos los emigrados de los pueblos de esta Provincia” recomendando evitar cualquier tipo de comercio “en el citado punto de Cabudare.

El jefe realista prohíbe, además, “no darle la denominación de Pueblo a Cabudare, y sí la de sitio porque no puede fundarse otro pueblo a penas de media legua de Santa Rosa o poco más de esta ciudad…”

Morillo volverá a Barquisimeto e n un par de ocasiones durante el año de 1819; igualmente durante el año siguiente en donde a principios del mes de noviembre, fija su cuartel general en Humocaro Bajo, hoy jurisdicción larense, antes de entenderse con Simón Bolívar y firmar el Armisticio de Regularización de la Guerra el 26 de noviembre de 1820.

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Fuente: Rafael Arráiz Lucca. Venezuela: 1728-1830. Guipuzcoana e Independencia. Editorial ALFA 2016.

Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Enciclopedia Larense, 1981, Tomo I.

Eliseo Soteldo. Anotaciones históricas de la ciudad de Barquisimeto, 1801-1854. Tipografía Aguilera, 1901

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