Siendo un simple y joven sacerdote, Karol Wojtyla, llegó al convento de los capuchinos y pidió confesarse con el Padre Pío. Éste, llevándolo a un lugar apartado le dio la absolución. Y al concluir el acto de reconciliación regresaron a la sacristía.
Las personas que acompañaban a Wojtyla notaron algo alterado el semblante del joven y esbelto sacerdote, y Karol como riéndose del asunto les dice: «El Padre Pío se ha puesto a bromear conmigo. Me ha dicho que seré Papa. Lo que es imposible porque soy un pobre cura y porque los Papas son siempre italianos; desde hace cinco siglos no hay papas de otros países. Desde luego, ha querido tomarme el pelo».
Años más tarde siendo obispo Karol Wojtyla preocupado por la salud de su queridísima amiga Wanda Pòltawska, aquejada por un cáncer terminal de garganta, escribió una carta al Padre Pío para que intercediera ante Dios y obrara un milagro.
Cuenta el asistente del Padre Pío que éste respondió: “Angiolí, ¡A esto no se puede decir que no!”.
Once días después, le llega al Padre Pío una segunda carta del Obispo Wojtyla:
“Venerable Padre, la mujer que vive en Cracovia, Polonia, madre de cuatro hijas, el 21 de noviembre, antes de la operación quirúrgica, recuperó instantáneamente la salud. Démosle gracias a Dios, y también a usted, venerable Padre».
Karol Wojtyla, la noche del 16 de octubre de 1978, se convierte en el papa Juan Pablo II. Y en el centenario del nacimiento del Padre Pío fue a arrodillarse a su tumba en San Giovanni Rotondo. Y les dijo a los superiores capuchinos que lo rodeaban: «Dense prisa. Este es un santo que tengo que hacer yo».
El 16 de junio de 2002, su santidad Juan Pablo II lo canonizó bajo el nombre de San Pío de Pietrelcina.