Como contó el maestro en el libro Carlos Cruz Diez en conversación con Ariel Jiménez (Fundación Cisneros, 2010), el presidente Luis Herrera Campins lo llamó para que pensara en una gran obra para Barquisimeto que fuera el regalo de la democracia, porque hasta entonces la ciudad solo tenía como monumento identificatorio uno erigido por la dictadura, el Obelisco.

La obra resalta por su complejidad: cada módulo pesa 5,32 toneladas y están concebidos en cantilever o estructuras voladizas, con las bases enterradas a buena profundidad. Están hechos para aguantar vientos de 120 kilómetros por hora. Para Cruz Diez hijo, fue producto de “un cúmulo de recursos tecnológicos aplicados al arte por Cruz-Diez y otra de las proezas de los arquitectos e ingenieros venezolanos, que colocaron a Venezuela en el escenario internacional del arte contemporáneo”. Dentro de ese cúmulo hay una historia que Cruz-Diez contó a Ariel Jiménez: los cálculos que hizo un joven ingeniero muy preparado tuvo que corregirlos un viejo ingeniero checo que tenía su taller en Barquisimeto, y que participó en la producción del monumento.

A diferencia de los monumentos tradicionales, la “Cromoestructura Radial en homenaje al sol” busca recrear el efecto de los crepúsculos a través del movimiento.

Vía: Cinco8.com

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