José es un personaje central de nuestra fe católica por designio divino, ya que Dios le concedió el privilegio y la bendición incomparables de estar al lado de María, y de criar junto con ella a su propio Hijo. En el plan de amor infinito, Dios le encomendó el ‘trabajo’ más importante, la misión de ser cabeza de la Sagrada Familia.

Asimismo, San José es el patrono de la Iglesia Universal; y lo es también, en particular, de muchísimas comunidades religiosas, instituciones e incluso naciones; también es conocido como el ‘patrono de la buena muerte’.

Dice la Escritura que el ángel le habló a José, varón justo, en sueños: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt. 1, 20-21).

La misión confiada a San José fue inmensa, capaz de desbordar cualquier cálculo humano. Frente a ella, José respondió con valor y sencillez; no hizo aspavientos ni buscó reconocimientos. Muy por el contrario, confió en Dios y se puso manos a la obra.

Al mismo tiempo, lo suyo no fue ocupar un lugar protagónico, su puesto recuerda a lo contemplativo, razón por la cual se le conoce como el “santo del silencio”. Con todo, siempre llamará la atención el contraste entre todo lo que le fue requerido y lo ‘poco’ que aparece en el relato bíblico; no se conoce palabra que haya salido de su boca. Eso sí, quedan de manera prístina sus obras, su fe y su amor; las que influenciaron en Jesús y forjaron su carácter, las que cimentaron su santo matrimonio.

 

Vía: ACI Prensa

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí