Con la alegría de la proximidad de la Festividad Litúrgica Divina Pastora, que tiene su día central el 14 de enero, fue celebrada este miércoles 5 de enero la Solemne Bajada de la imagen, en Eucaristía presidida por Monseñor Manuel Felipe Díaz, Arzobispo de Calabozo, en el Santuario de Santa Rosa.
La tradicional celebración es una manera de simbolizar el encuentro anual de María Divina Pastora y su pueblo, en la común alegría de la festividad. “La bajada de la Divina Pastora se ha convertido, desde hace algunos años, en el primer capítulo del homenaje que el pueblo larense y junto con él millares de devotos de todo el país y de otras naciones dedica a esta advocación mariana desde los comienzos del año”, destacó Monseñor Díaz.
Durante la Santa Misa celebrada en la víspera de la Epifanía del Señor, refirió que lo que fueron a ver los Magos al pesebre de Belén se nos presenta de manera muy hermosa en la imagen de la Divina Pastora. Es la Virgen que lleva en brazos a Jesucristo niño, quien más tarde se llamaría a sí mismo el Buen Pastor. “Nuestro pecho se ensancha de gozo al acudir a venerar esta bella y antigua imagen que año tras año recorre la ciudad, la Arquidiócesis y el país entero”.
Este año, y por segunda vez consecutiva, esta festividad mariana se realiza en circunstancias especiales, como una experiencia de virtualidad, debido a la situación sanitaria mundial. En tal sentido, Monseñor invitó a todo el pueblo devoto a orar con insistencia a Dios por intercesión de la Virgen, para que pronto nos veamos libres de la pandemia y de las limitaciones que la misma ha impuesto.
“Ya que este año no puede ser llevada sobre los hombros de sus hijos, que ella pase espiritualmente por nuestras vidas, y con su presencia materna derrame sobre nosotros su bendición. Que nos valga su intercesión ante su Divino Hijo, y que ruegue por nuestras familias, por nuestros niños, jóvenes, ancianos y enfermos”.
Finalizó diciendo “ven, pues, María, desde tu trono, y baja hasta nuestras vidas, con tu hijo en brazos. Vuelve a mostrarlo a todos como luz de las naciones, como esperanza de los pueblos, para que nuestra vida se fundamente cada vez más en su persona y ensu palabra y podamos gozarnos en la infinita misericordia que sobre nosotros derrama desde su divino corazón. Amén”.