Francisco presidió la misa del Domingo de Resurrección, 4 de abril, en la Basílica de San Pedro y leyó después su mensaje de Pascua, en el que exhortó a un “internacionalismo de las vacunas”.
A las 12:00 hora de Roma, desde el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, Francisco dirigió el Mensaje de Pascua a los fieles que le escuchaban por radio, televisión y otros medios.
Asimismo, impartió la bendición «Urbi et Orbi» (A la ciudad y al mundo). “¡Buena y santa serena Pascua!”
“La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan”.
“Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”.
Su mensaje estuvo cargado de realismo, por el dolor de millones de personas durante la pandemia, y, al mismo tiempo, de esperanza, pues Jesús ha resucitado y muestra aún sus llagas en los más necesitados.
“El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando”.
En su mensaje de Pascua, asimismo, invitó a los cristianos a rezar para que en la próxima Semana Semana todos puedan volver a las iglesias y a los templos, sin restricciones, para “las celebraciones litúrgicas”.
“Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes”, dijo el Papa. Ellos que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos”.
“Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”, añadió.
El Papa invitó a los cristianos a rezar para que en la próxima Pascua no hayan restricciones. “Muchos cristianos han celebrado la Pascua con graves limitaciones y, en algunos casos, sin poder siquiera asistir a las celebraciones litúrgicas.
“Recemos para que estas restricciones, al igual que todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente”.
Por otro lado, el Papa también dijo que “¡todavía hay demasiadas guerras y violencia en el mundo!”. Y denunció “la carrera armamentista”. “Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra”.
Francisco hizo un repaso por las varias cruces del mundo: “Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria”.
Asimismo, agradeció a los países que acogen “a las personas que sufren y que buscan refugio, especialmente al Líbano y a Jordania, que reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio”.
Clamó para que se silencie “el clamor de las armas” en Siria, Yemen, Irak, Siria y en Libia, “donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”.
El Papa pidió la paz en Oriente Medio e instó por la solución de los ‘dos estados’ para acabar con el conflicto palestino-israelí.
Además, mencionó la violencia y el terrorismo internacional que amenaza a los pueblos de África, especialmente “en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado”. Invitó a trabajar por el diálogo “en un espíritu de reconciliación y solidaridad activa”.
Y rezó por Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, “que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista”.
Entretanto, el Papa ha recordado que hoy, 4 de abril, se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año. “¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!”.
El Obispo de Roma concluyó así los ritos de la Semana Santa y mañana rezará desde el palacio apostólico vaticano el Regina Coeli, la oración que sustituye al Ángelus en tiempo de Pascua.