La tercera encíclica del papa que lleva el título de una frase de San Francisco de Asís se publicó y firmó hoy ante la tumba del santo en Asís y el pontífice la escribió como una respuesta «para quienes quieren construir un mundo más justo y fraterno en sus relaciones cotidianas, en la vida social, en la política y en las instituciones».

En su tercera Encíclica como pontífice, divulgada por el Vaticano y dedicada «a la fraternidad y a la amistad social», Francisco expresa su deseo de «hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad» y, a lo largo de 287 párrafos divididos en ocho capítulos, defiende la idea de una política «puesta al servicio del verdadero bien común».

En su nueva Encíclica «Fratelli tutti» (Hermanos todos), el papa Francisco convoca al mundo a «rehabilitar la política» para hacer frente a las consecuencias de la pandemia y «hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial», al tiempo que asegura que «el mercado solo no resuelve todo» y denuncia los «estragos» que causa «la especulación financiera» en el mundo.

Mientras escribía el documento, explica el papa, irrumpió la pandemia del coronavirus y esto «ha servido para demostrar que «nadie se salva solo» y que ha llegado el momento de «ser como una única humanidad en la que somos todos hermanos».

El papa Francisco afirma que hoy en día «es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa», a pesar de que en el catecismo «se hable de la posibilidad de la legitima defensa mediante la fuerza militar».

«Una vez más convoco a rehabilitar la política», llama Bergoglio en la Encíclica, y argumenta que «la fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado».

En ese marco, el Papa pide una política «sana», que «no esté sometida al dictado de las finanzas» y que pueda convocar «a los más diversos sectores y a los saberes más variados» para liderar «replanteos de fondo y transformaciones importantes» a nivel mundial.

En un texto que también ofrece sus reflexiones sobre la deuda, la guerra y la pena de muerte, Francisco plantea además que «hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar» y que «por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos».

Asimismo, en este documento, el pontífice argentino urge a una reforma «tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones».

Una parte del séptimo capítulo de este extenso documento se detiene en la guerra que dice «no es un fantasma del pasado» sino «una amenaza constante» y representa la «negación de todos los derechos», «un fracaso de la política y de la humanidad», «una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal».

Advierte que «se están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de guerras» y que «si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos».

Francisco recuerda que «el catecismo de la Iglesia Católica habla de la posibilidad de una legítima defensa mediante la fuerza militar, que supone demostrar que se den algunas condiciones rigurosas de legitimidad moral».
Pero apunta que «fácilmente se cae en una interpretación demasiado amplia de este posible derecho».

Añade que «a partir del desarrollo de las armas nucleares, químicas y biológicas, y de las enormes y crecientes posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, se dio a la guerra un poder destructivo fuera de control»

Y entonces, a pesar de lo escrito en el catecismo, afirma que «ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya».

«Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible «guerra justa». ¡Nunca más la guerra!», señala.

El papa también pide la creación «de organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales».

Y entre ellas, recuerda la necesaria una reforma de la Organización de las Naciones Unidas, «así como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones».

Es decir que «se eviten que se trate de una autoridad cooptada por unos pocos países, y que a su vez impidan imposiciones culturales o el menoscabo de las libertades básicas de las naciones más débiles a causa de diferencias ideológicas».

«Es necesario evitar que esta Organización sea deslegitimizada, porque sus problemas o deficiencias pueden ser afrontados y resueltos conjuntamente», añade.

Como marco, luego de dedicar su escrito «a todas las personas de buena voluntad», el Papa insiste con que «es posible un camino de paz» entre las religiones en la reconstrucción del tejido social universal tras la pandemia.

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