David Lucena tiene 13 años de edad. Vive en la comunidad rural Caspo Centro, un caserío de agricultores ubicado en las montañas del municipio Andrés Eloy Blanco del estado Lara, donde a David se le conoce entre sus vecinos como el Científico.

Integra una familia de agricultores que durante años ha vivido del café, que es el cultivo más arraigado en esa zona, y que mantiene un huerto para alimentarse. Estudia tercer año y aunque lleva buenas calificaciones en casi todas las materias, asegura que su pasión “son las ciencias naturales, porque yo quisiera ser científico de las plantas”.

David, ha crecido con el huerto familiar como salón de clase y patio de juegos: “Siempre digo que lo que más me gusta de mi casa, es que aquí, se respira paz”.

Desde su primer día de trabajo, el Científico se interesó por las plantas medicinales, las más aromáticas de las que sembraron alrededor de la casa.

Los padres saciaban la curiosidad del joven, pero él siempre quería conocer más. “Un día junté varias plantas, porque se me ocurrió hacer un purín. Maceré las hojas y cuando los usamos nos dimos cuenta de que corría a las plagas”, asegura David.

Ahora David enseña a sus vecinos, que además son compañeros en el proyecto, a preparar biocontroladores caseros, que no solo alejan a las plagas, sino que, como él mismo relata, ayudan “a desestresar las plantas”.

Los purines, explica David, se pueden emplear para “controlar las plagas en la siembra”, para mejorar la calidad del suelo y la cosecha.

La ciencia y la agricultura no son antagónicas, ambas se complementan para beneficio de la humanidad. En las manos y los sueños de niños como David está un futuro sin hambre para los habitantes de este planeta.

Texto: El Nacional (Lea allí el articulo original)

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