San Agustín nació en Tagaste (Argelia actual) en el 354 y murió en Hipona en 430. En su juventud llevó una vida libertina cometiendo varios pecados de impureza.
Por un tiempo se vinculó al maniqueísmo, una secta gnóstica y dualista fundada por un hombre iraní llamado Mani, pero a los 32 años San Agustín entrega su persona a Dios, luego de una permanente búsqueda convirtiéndose a la fe católica.
San Agustín es uno de los ejemplos fundamentales de la búsqueda constante de Dios, de la verdad, del conocimiento. Esta búsqueda no la hizo en soledad sino en estrecha relación con los otros, en especial su madre Santa Mónica y sus amigos.
San Agustín dice: “Necesitamos de los otros para ser nosotros”. Esta es otra enseñanza de Agustín, la importancia de la comunidad para la vida personal y para la búsqueda de la verdad en la reflexión y el diálogo con los otros.
Pocos hombres han poseído un corazón tan afectuoso y fraternal como el de San Agustín. Se mostraba amable con los infieles y hasta los invitaba a comer con él, en cambio, se rehusaba a comer con los cristianos de conducta públicamente escandalosa y les imponía las penitencias canónicas.
Vía: colegiosanagustincaborojo.com