Tierra Santa celebrará este jueves una Navidad con las fronteras cerradas a los extranjeros y la dolorosa ausencia de los peregrinos cristianos que siempre en estas fechas festejan en Jerusalén y Belén el nacimiento de Jesús.
El coronavirus y las restricciones marcan unas fiestas navideñas sin precedentes: los alrededores de la Basílica de la Natividad de Belén -donde según la tradición nació Jesucristo- están casi vacíos.
Pese a que se mantienen las decoraciones tradicionales, como el luminoso árbol de Navidad, el ambiente tiene tintes de soledad y contrasta con la atmósfera alegre y calles abarrotadas de años anteriores.
Tierra Santa, es el lugar donde convergen el cristianismo, el judaísmo y el islamismo. Creyentes y no creyentes y de muchas partes del mundo se acercaban a vivir de cerca uno de los acontecimientos religiosos más importantes: El nacimiento de Jesús.
En la ciudad cisjordana, en estricto confinamiento desde el domingo para frenar la rápida propagación del virus, destaca un paisaje plagado de persianas bajas: comercios de recuerdos, de productos navideños o de iconografía religiosa están cerrados ante la falta de visitantes.
La pandemia relegó los lugares más sagrados del cristianismo a la pequeña comunidad cristiana local, que es en su mayoría ortodoxa y celebra la Navidad en enero. La presencia que más se echa de menos es la de turistas y peregrinos de todo el mundo, que en esta época solían llenar templos, participaban en los tradicionales eventos religiosos y recorrían las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, de Nazaret o del casco antiguo de Belén con fervor y curiosidad.
Israel -que también controla las fronteras de los territorios palestinos- veta el acceso de turistas desde marzo para detener la propagación del virus, algo que ha imposibilitado los viajes de los peregrinos, y ha cerrado aún más sus accesos esta semana por temor a la variante del virus detectada en Gran Bretaña.
La situación es muy triste, confiesa a Efe Bernard Sabella, palestino católico de Jerusalén, sociólogo y experto en cristianismo local.
Lo que hace de la Navidad en Tierra Santa algo especial, comenta, es la gente que llega de todo el mundo, algo que espera pueda volver suceder el año próximo.
El custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, lamentó este miércoles en su tradicional mensaje anual previo a la Navidad que por primera vez tras muchos años, la ciudad de Belén, en esos días en los que todo el mundo dirige sus ojos hacia ella, está vacía.
Sin embargo, destacó que “gracias a Dios no está vacía la gruta de la Natividad, porque la comunidad cristiana local, a pesar de las terribles dificultades económicas que atraviesa, continúa viviendo en la ciudad en la que Jesús nació”.
Tanto las autoridades palestinas como israelíes se lamentaron también por la dificultad de llevar a cabo las habituales celebraciones navideñas y enfatizaron el profundo contraste frente a años anteriores.
El Ministerio de Turismo israelí dijo que unos 165.000 turistas visitaron el país en estas fechas el año pasado, para celebrar las fiestas en Jerusalén, en Nazaret y en la Galilea, diferencia que han intentado compensar este año con una fuerte inversión para impulsar el turismo interno. Este podría desaparecer también si se impone finalmente un tercer confinamiento, como pide el Ministerio de Sanidad, para hacer frente a la creciente morbilidad.