Cada 21 de agosto la Iglesia Católica celebra al Papa San Pio X, pontífice entre los años 1903 y 1914, en los albores del siglo XX.
Gobernó en tiempos de profundos cambios que sirvieron, tristemente, de antesala de auténticos fracasos para la humanidad, como es el caso de la Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial.
Precisamente, en este duro contexto Pio X supo enrumbar a la Iglesia dentro de los cauces de la fidelidad al Evangelio, de manera que esta pudiese afrontar con esperanza los grandes retos de los nuevos tiempos.
Pio X asumió la sede de San Pedro tras la muerte del Papa León XIII en 1903. Inmediatamente se abocó a promover un compromiso mayor de los fieles con la Eucaristía. Animó a que estos se acerquen asiduamente a ella, si es posible que cultiven la costumbre de la misa diaria.
Por ahí empezó su “reforma”, muy acorde con el lema que escogió para su pontificado: “Instaurar todo en Cristo”; es decir, para transformar el mundo -cada vez más alejado de Dios- hay que construir sobre el más seguro de los cimientos: Cristo. Sin Él toda empresa humana está condenada a fracasar.
Vía: ACI Prensa (Lea allí el artículo completo)