En la fiesta de Santa Clara de Asís se suele leer una emotiva carta de esta gran santa que con cariño se la envió a su amiga Santa Inés de Praga para que acrecentara su amor por Cristo.

Santa Clara de Asís comienza su carta llamando dichoso a quien tiene la posibilidad de recibir la Eucaristía en la Santa Misa y de “unirse en lo íntimo de su corazón a aquel cuya belleza admiran sin cesar las multitudes celestiales, cuyo afecto produce afecto, cuya contemplación da nueva fuerza”.

“Cuya benignidad sacia, cuya suavidad llena el alma, cuyo recuerdo ilumina suavemente, cuya fragancia retornará los muertos a la vida y cuya visión gloriosa hará felices a los ciudadanos de la Jerusalén celestial”, añade.

Al respecto, hace un llamado a observarse diariamente en Jesucristo, quien es el espejo en el cual “brilla la dichosa pobreza, la santa humildad y la inefable caridad, como puedes observar si, con la gracia de Dios, vas recorriendo sus diversas partes”.

“Atiende al principio de este espejo, quiero decir a la pobreza de aquel que fue puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado en un pesebre”, exalta.

En este sentido, pide considerar la pobreza, los trabajos y penalidades que tuvo que pasar nuestro Señor “por la redención del género humano”, incluso en la cruz para “morir en ella con la clase de muerte más infamante”.

“De este modo, tu caridad arderá con una fuerza siempre renovada, oh reina del Rey celestial. Contemplando, además, sus inefables delicias, sus riquezas y honores perpetuos”.

Finalmente, Santa Clara le pide a su amiga Santa Inés de Praga, quien fue hija de reyes y abrazó la vida monástica, que se acuerde “de esta tu insignificante madre”, recordándole que tiene su “agradable recuerdo grabado de modo imborrable en mi corazón”.

 

Vía: ACI Prensa (Lea allí el artículo completo)