Cada 20 de febrero, la Iglesia Católica celebra a San Francisco y Santa Jacinta Marto, los pequeños pastorcitos videntes de Fátima. Ambos nacieron en Aljustrel, un pequeño pueblo situado a menos de 1 km de Fátima.
Francisco nació en 1908 y Jacinta dos años después. Desde pequeños aprendieron a cuidarse juntos y a acompañar a su prima Lucía, quien solía hablarles de Jesús. Los tres cuidaban ovejas en los hermosos campos de su región natal.. A ellos la Madre de Dios les dijo: «Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas».
Del 13 de mayo al 13 de octubre de 1917, la Virgen María se apareció en varias ocasiones a los tres niños, en Cova de Iría, Portugal. Fueron meses llenos de gracia y de profunda presencia de Dios, pero también de prueba: soportaron con valentía calumnias, injurias, malas interpretaciones, persecuciones, e incluso la prisión. Ninguna de estas cosas parecían perturbarlos: “Si nos matan, no importa; vamos al cielo”, decían.
El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta enfermaron gravemente de bronconeumonía. El buen Francisco se fue deteriorando poco a poco durante las siguientes semanas. El 4 de abril de 1919, Francisco partió a la casa del Padre.
Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Lamentablemente su propia enfermedad se iba complicando cada vez más. El 20 de febrero de 1920 pidió los últimos sacramentos, se confesó y rogó que le llevaran la comunión. Poco después murió; solo tenía diez años de edad.
Los cuerpos de Francisco y Jacinta fueron trasladados al Santuario de Fátima. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, vieron que el Rosario que le colocaron sobre su pecho estaba enredado entre los dedos de sus manos. Mientras que el cuerpo de Jacinta, 15 años después de su muerte, fue encontrado incorrupto.
El Papa Francisco los canonizó el 13 de mayo del 2017 en Fátima, dentro del marco de las celebraciones por el centésimo aniversario de las Apariciones de la Virgen.
Vía: ACI Prensa